Seguro que has visto mil veces la silueta del Puente de Brooklyn, uno de los símbolos de nuestra adorada Nueva York. Lugar de inspiración de libros, películas, canciones y punto de encuentro de la parte sur de Manhattan con el barrio que le da nombre. Más de 100 años de historia lo contemplan y pasear por el, cámara en mano, es una de las experiencias más deliciosas que he disfrutado en mi vida. ¿Te apetece visitarlo con nosotros?
El Paseo
Ese día lucía un sol espectacular, tal vez la hora elegida no era la mejor para tomar fotos, ya que se alejaba de la famosa hora azul y el sol estaba en su máximo esplendor, pero sin duda, era un buen momento para recorrerlo…
Arrancamos desde Manhattan tras pasar por el City Hall…
y encaramos la zona peatonal, el primer tramo se encontraba vallado ya que en el puente se están realizando unas importantes obras de mantenimiento, que acaban justo este año. Solo por ver la gente con la que te cruzas ya merece la pena visita. Entre bicicletas, deportistas, turistas y todo tipo de modelitos nos vamos haciendo paso mientras divisamos la primera torre…
Me encantan las lineas de fuga formadas por el cableado del puente y el contraluz con el que pude ver esa primera estructura…
Y ahora hacemos una breve parada para ofreceros el momento “yo estuve allí” de la entrada…
La zona central del puente, entre las dos torres, es probablemente el sitio en el que más tiempo estuvimos porque desde allí puedes disfrutar de…
Unas extraordinarias vistas
Uno de los puntos fuertes del puente es la visión panorámica que te da de su entorno. La Estatua de la Libertad, Jersey y algunos puntos que pese a no salir en esta foto se pueden ver como la Isla del Gobernador.
El skyline del Midtown de Manhattan con algunos de sus edificios más emblemáticos, como el Empire State o el Rockefeller, destacando sobre las fachadas que dan al East River.
El sur de Manhattan, el corazón financiero de la ciudad, coronado por los edificios que formaran el nuevo World Trade Center.
Y para vistas, las que da el propio puente desde Brooklyn…
Un poquito de historia y varias anécdotas
La construcción del puente de Brooklyn parte de una idea o sueño de un ingeniero llamado John Augustus Roebling que en 1852 no pudo llegar a Brooklyn en Ferry desde Manhattan, debido al hielo que cubría el East River. Cómo solución, pensó en construir un puente diferente, una estructura que empleara por primera vez el acero en este tipo de construcciones y que fuera el puente colgante más largo del mundo.
El proyecto fue acogido con entusiasmo por los gobernadores de las dos ciudades, que en aquella época eran metrópolis independientes. Consiguió la financiación de William C. Kingsley que impuso que una empresa privada pudiera construir, mantener y administrar la estructura. Para ello, en 1867 se fundó la New York Bridge Company.
Y si antes hablábamos de sueños, desde ese momento empezaron las pesadillas. Roebling, cinco días después de la aprobación del diseño del puente, sufre un accidente en pleno muelle de Brooklyn y pierde un pie, para morir después a causa del tétano. Parecía una premonición, porque durante su construcción murieron al menos 27 trabajadores, debido a las penosas condiciones de trabajo que ocasionaban accidentes y una curiosa enfermedad, el aeroembolismo, que sufrió entre otros, Washington, el hijo de Roebling que se encargo de finalizar el trabajo empezado por su padre.
Durante 20 años fue el puente colgante más largo del mundo, 1825 metros de longitud, y el primero en que se utilizó acero, ya que hasta la fecha el material más empleado era el hierro. Se inauguró el 23 de mayo de 1883 y se impuso un peaje para cruzarlo de un penique. Actualmente se estima que soporta un tráfico diario de 145.000 vehículos.
La primera persona que consiguió saltar el puente y sobrevivió fue Clara McArthur en 1895, aunque por desgracia, el historial de personas que no lo han conseguido es bastante amplio.
En el se han rodado decenas de películas, inspirado poemas e inclusos ingeniosas formas de destruirlo, algunas tan curiosas como querer cortar los cables de acero con sopletes para hacerlo caer…
Sin duda una visita imprescindible si estas en Nueva York que te recomiendo que hagas con esta canción en la cabeza…