Siempre me ha llamado la atención, cuando viajo a un país con una cultura distinta, descubrir la forma que tienen de honrar a sus fallecidos. Ver mausoleos, los ritos de enterramiento que utilizan y, por supuesto, visitar algún cementerio. Y de todos, el que más me ha impresionado está en Japón, en el Jokogi Temple en Nikko.
El templo está cerrado, fue trasladado a esta ubicación en el siglo XVII, y construido en honor a Amida Nyorai, Buda más importante de la secta de la Tierra Pura…
…pero conserva esta joya de necrópolis muy poco frecuentada por los turistas.
Casi a la entrada, puedes encontrar esta cabeza de un “padre” Jizo (Kanman-Oya-Jizo-on Kubi) que fue encontrado en el río tras la inundación de 1902 y trasladado posteriormente por los habitantes de Nikko a este templo.
En perfecto equilibrio con la naturaleza…
…situado en la ribera del rio Daiya…
…presenta cientos de estatuas ataviadas de unos gorros de lana, bufandas y baberos.
Muchos de ellos son Jizos, una deidad guardiana de los viajeros, niños y la maternidad.
Estas ofrendas son rojas debido a la creencia de que ese color permite alejar las enfermedades y demonios.
Al final de la calle principal del cementerio existe una pequeña construcción de madera, en las que se encuentran alojados tres Jizos (Michibiki Jizo). El del centro, construido en 1550, dicen que es el Buda de piedra más antiguo construido en Nikko.
La campana (Bonsho) del templo, de 1459, también es la más antigua y valorada artísticamente de la ciudad.
Y para alguien que le guste la fotografía este lugar es un paraíso.
En el paseo, nos encontramos con este Buda de Bronce, porque todo no iba a ser de piedra…
Antes de terminar quería agradecerle a Luis Rodriguez, del blog Japonismo, la ayuda que me ha prestado para conseguir información sobre este lugar, de la que apenas hemos podido encontrar algo. Me encantaría que visitarais la entrada que tienen escrita sobre Jizo y que me ha servido mucho para redactar este artículo. La he enlazado como “post amigo”, así como otra publicación de un fotografo australiano, Murray Foote, donde podéis ver el cementerio nevado.
Os dejo con esta canción de Coldplay que ha inspirado la frase de la entrada y nos encanta a Lady Marian y a mí…