Pocas veces se pueden disfrutar de primera mano de experiencias como la del pasado sábado en Almendralejo. Bajo el pretexto de una cata ciega de cava, tuvimos la oportunidad de conocer a Marcelino Diaz y su bodega. El tiempo que pasamos allí, aprendiendo el proceso y arte de la fabricación de este vino espumoso, se convirtió en una actividad agradable, didáctica y divertida.
Y reconozco que no entiendo casi nada de vinos, apenas salgo de los cuatro o cinco que conozco y no suelo atreverme a realizar grandes cambios. Este fin de semana he comprobado que estaba equivocado, he descubierto una nueva denominación de origen, Ribera del Guadiana, y aprendido a degustar vinos que al principio apenas me llamaban tanto la atención, como el Cava.
El proceso en esta bodega se inicia con la recepción de la uva, tipo Macabeo, para su prensado, filtrado y fermentación en tanque. De aquí se obtiene el vino base para fabricar el Cava. Me hizo gracia que también se le llame “vino tranquilo”. Este proceso dura unos diez días.
Una vez obtenido el vino base, que es una mezcla de vino blanco, de azúcar y de levaduras, se embotella y se deja descansar al menos 9 meses. Dentro de la botella se produce la segunda fermentación, que produce el dióxido de carbono (burbujas) y el aroma característico del cava. Si se deja más de 15 meses tendríamos un reserva y si sobrepasamos los 30 un gran reserva. Tambien se pueden clasificar por la cantidad de azúcar añadida por litro.
Una vez alcanzado el tiempo de fermentación adecuado, se realiza la operación de removido. El objetivo de este proceso es eliminar los restos de levaduras e impurezas y que sedimenten en la zona del tapón de la botella. Antes se colocaban en pupitres inclinados y se giraban a mano varias veces, ahora se colocan en unas volteadoras mecánicas para acelerar el proceso.
Y el resultado es este…
Para eliminar el sedimento se congela el cuello de la botella y se realice otro proceso denominado “degüelle“, que consiste en quitar el tapón y separar el poso o sedimento congelado del cava elaborado.
Y listo para colocar el tapón y etiquetar…
Después de la visita a la bodega, llegó el momento de la cata. La idea era probar 2 cavas y un champagne sin saber cuales eran y dar nuestra opinión…
Mientras Marcelino iba sirviendo cada botella, fuimos conociendo un poco más su historia. Su familia llevaba años dedicándose al vino cuando decidió ir a estudiar Ingeniería a Madrid, lo completó con el postgrado de enología y trabajó en varias bodegas por toda España. Al volver, con otros compañeros consiguió la denominación de origen “Cava” para Almendralejo. Incluso tuvo que pleitar para mantenerla. Es una persona interesante, optimista, habla bien de su competencia y enseña de una manera sencilla…
La cata es una mezcla de arte, técnica y entrenamiento. Y, como este humilde Robin Jú, carece de estas tres habilidades (de momento), intenté aprender lo máximo posible. Lo interesante de este tipo de experiencias es que te permite jugar, descubrir olores, apreciar diferentes gustos en el paladar, colores…
Degustamos tres brut: un cava catalán (Canals Nadal), uno extremeño de la bodega de Marcelino (Puerta Palma) y el famoso champagne (Moet & Chandon). Del primero me gustó su dulzura y suavidad, del segundo su intensidad y lo refrescante que era, y del tercero, bueno casi todo. Aunque comparar los tres me parece injusto, ya que el champagne cuesta muchísimo más que el resto. Tres buenas elecciones.
Una vez que salimos de la bodega, me quedé mirando al campo, pensando… que todo empieza aquí…
Os dejo con unos de mis cantautores favoritos, Luis Pastor.
Esta andanza forma parte del blogtrip organizado por la D.O. Ribera del Guadiana #rutadelvinoRiberadelGuadiana. Como siempre, se basa en experiencias vividas por el autor, sin estar sometido a ningún tipo de revisión o censura por parte de los organizadores.