La ciudad de Yokohama hacía tiempo que se le quedó pequeña a Yoko, justó desde el instante que vio aquel documental sobre Barcelona y un arquitecto llamado Antoni.
Cuando acabó, salió corriendo de casa a la librería de la esquina y compró un póster que decidió enmarcar. Estaba lleno de pequeñas fotos de los edificios más emblemáticos de Gaudí y lo colocó en un sitio bien visible, para poder contemplarlo a todas horas.
Y con la ilusión, empezó a hacer cuentas y a ahorrar. Compró libros de arquitectura, guías de viaje, biografías, e incluso aprendió a manejar internet para seguir buscando información.
Esperó cuatro largos años a reunir el dinero, aguantando las reprimendas de sus amigos y vecinos que le decían que era una locura, justo cuando iba a cumplir 70 años, que se plantease esa aventura..
Y llego el día…
Con un vocabulario de cincuenta palabras en castellano, otras tantas en catalán, un apartamento alquilado por 2 meses en la calle Roselló y una pequeña cámara de foto, aterrizó en Barcelona..
Dejó las maletas y subió andando por Sardenya, Dalt, Molist y Marianao. Tras media hora de cuestas, llegó a su destino. No se lo podía creer, estaba en el Parque Güell.
Tomó las escaleras y se fue a uno de los laterales del parque, al lado de la casa museo. Sacó su cámara y se puso a hacer fotos compulsivamente.
Los nervios y las lágrimas apenas le permitían disfrutar de las vistas. Permaneció en el parque horas, visitando cada uno de sus rincones, aquellos que había visto tantas veces en fotos.
Luego cogió un taxi hasta el Paseo de Gracia y se fue a la casa Batlló.
Se paró a mirarla durante un buen rato…
y volvió a emocionarse mientras pensaba…
“¡Por fín ya sé lo que es estar enamorada!…
…aunque para Yoko, el camino hasta aquí no haya sonado como un soneto…
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