Lo que para muchos seria una desgracia, estar situada entre tres colosos turísticos como Praga, Viena y Budapest, para Bratislava se ha convertido en una extraordinaria oportunidad.
Lo que empezó como un pequeño asentamiento céltico, y con el paso del tiempo, lugar de coronación de reyes húngaros, receptor de visitantes ilustres como Mozart o Lindt, capital de provincia tras la anexión a Chequía; es, desde hace 20 años, la principal ciudad de la “joven” Eslovaquía.
Y para convertirse en un perfecto complemento de los grandes colosos, ha necesitado reinventarse. Ha mejorado sus infraestructuras, construido nuevos hoteles, está restaurando sus edificios más emblemáticos e intenta explotar las vistas al Danubio, desde el castillo o el puente nuevo.
Además, ha dejado espacio para el arte, llenando sus calles de estatuas curiosas, como la famosa “Man at work” e incluso pintado sus papeleras de colores.
Y en sus plazas, como en la Hviezdoslavovo námestie (cierra los ojos y repítelo si puedes), montan conciertos y exposiciones de jóvenes talentos como el fotógrafo Peter Vazan…
…, a escasos metros de la estatua de Hans Christian Andersen.
Una ciudad tranquila, bien comunicada, cómoda para pasear y perfecta para hacer un alto en el camino aderezado con buena comida, cerveza y vino. Un magnífico ejemplo a seguir de adaptación en estos tiempos que corren.
Os dejo un pequeño montaje de nuestra visita, espero que os guste