El Teatro Circo de Albacete ha sido para este humilde Robin Jú una de esas sorpresas viajeras que aparecen por el camino sin avisar y que quedan marcadas como uno de los mejores momentos de una escapada. Descubrí su existencia por casualidad, durante un paseo nocturno por la ciudad acompañado de Miguel Angel de En Ruta. Entramos decididos a hacer todo lo posible para que nos dejasen visitarlo y lo conseguimos al día siguiente.
El exterior, bajo mi punto de vista, no hace honor a la joya que alberga en su interior. Desde fuera parece un edificio moderno más, como muchos de los que puedes encontrar en cualquier ciudad, puede albergar un teatro, un centro de convenciones o un pabellón deportivo. El teatro ha contado con 4 fachadas, la original de 1887, (que era, tal vez, en la que mejor se podía intuir el interior), una primera modificación en 1924 (dotando de un aire más señorial al edificio), la segunda modificación de 1942 (no me atrevo a juzgarla) y la fachada actual del año 2002.
Teatro Circo de Albacete. Un proyecto de más de 100 años de historia.
Cómo has podido intuir del párrafo anterior, la vida de este pequeña obra de arte cuenta con más de un siglo de historia. Sus inicios está muy ligada al desarrollo de la provincia y la ciudad de Albacete, título que obtuvo la villa en 1862. Una floreciente actividad económica dotó a esta localidad de un crecimiento urbanístico de primer nivel pero con una carencia importante un lugar donde poder satisfacer la demanda de ocio cultural de los nuevos habitantes.
La imposibilidad de financiar la obra con dinero público lleva a una serie de personas influyentes y adineradas de la ciudad a crear una sociedad para impulsar su construcción en el año 1886. Eligieron como modelo un “Teatro Circo”, un tipo de construcción muy de moda en esa época que permitía albergar toda clase de espectáculos.
Durante la visita y en la información escrita que nos facilitaron destacan varias veces que en la actualidad solo quedan 6 teatros de este tipo del siglo XIX en el mundo, lo que lo convierte en un pequeño tesoro a conservar, ¿no creéis?.
El interior es de estilo neomudéjar y está basado en los diseños de Emilio Vergara. Tras superar problemas de todos los tipos imaginables, en 1887 abrió sus puertas con el estreno de El Diablo en el Poder, una zarzuela del maestro Barbieri. Uno mira hacía la cúpula y no puede dejar de imaginar lo que tuvo que pasar por la cabeza de los espectadores de esa primera función y los mecenas impulsores de esta obra de arte…
Lo que diferencia a este tipo de teatros del resto, es la existencia de un mecanismo por el cual parte del patio de butacas aparece o desaparece, convirtiendo esa parte en el foso de un circo o bien en una zona de asiento para las obras de teatro.
Tiene que ser impresionante ver el montaje y desmontaje de la estructura…
Durante los años en los que ha estado en funcionamiento ha albergado todo tipo de espectáculos. Personajes como Miguel de Unamuno, María Guerrero, Pastora Imperio, Conchita Piquer y las más prestigiosas compañías de Teatro del país han pisado sus tablas…
Aunque yo quiero hacer una mención especial a Federico García Lorca que con su grupo “La Barraca” apareció por la ciudad con intención de montar un pequeño teatro ambulante y el mal tiempo les llevó a pisar estas tablas y, de paso, conocer al gran amor de su vida.
Tras la visita, decidí acercarme a una de los sillones originales que puedes encontrar en el vestíbulo…
…sentarme…
…para esperar que empezara la función…