Conocí Dresde a través de un artículo de una enciclopedia de historia que estaba en casa de mis padres. Hablaba de una joya del barroco que fue destruida en el final de la segunda guerra mundial por los bombardeos aliados, la llamaban la “Florencia del Elba” y, no sé por qué extraña razón, desde ese día quise visitarla.
Veinte años después, surgió la oportunidad y esta es la crónica en dos entradas que os hemos preparado de nuestra estancia allí. Como una opera, empezamos con el primer acto: Obertura mañanera.
El día no acompañaba, llovía y hacía frío. Acabábamos de llegar desde Berlin en tren y dejamos las cosas en el hotel. Sin pensarlo mucho, miramos el mapa y decidimos empezar por el Zwinger…
El complejo de edificios es espectacular, al fondo podéis ver la puerta de la Corona (Kronentor) mientras Lady Marian os saluda bajo la lluvia.
Este palacio funciona como museo, cada edificio tiene una colección permanente de pinturas, cerámica, armas…
Su nombre Zwinger, hacer referencia a una construcción anterior al palacio, una muralla circular que protegía la ciudad. Lo curioso es que este edificio fue inicialmente construido como un invernadero de Naranjos y luego utilizado para dar grandes fiestas.
Esta joya barroca fue totalmente destruida durante los bombardeos de la segunda guerra mundial y se empleó en su reconstrucción casi 20 años (1945-1963).
Salimos por la puerta de la Corona y rodeamos el complejo, cruzamos un pequeño parque que rodeaba el Zwinger, con una vistas preciosas…
Justo al lado se encuentra la maravillosa TheaterPlatz…
Caminar por ella te traslada en el tiempo y, si no fuera por algún coche aparcado en ella, las fotos parecen de otra época.
En esta plaza se encontraba el teatro real, que fue destruido por un incendio en el siglo XIX. Unos años después, en su lugar se construyo la Ópera Semper, lugar de referencia de la música clásica alemana de los dos últimos siglos.
Justo enfrente se erige la catedral católica, Hofkirche, donde se encuentran enterrados la mayoría de los miembros de la casa real de Sajonia.
Y a su lado se encuentra el palacio real, Dresdner Residenzschloss.
Todos los edificios de esta plaza fueron destruidos durante la segunda guerra mundial. Los trabajos de reconstrucción duraron más de treinta años. Como curiosidad, en algunos de ellos puedes distinguir que elementos son originales y cuales no, debido a la diferencia de tonalidades en sus muros.
Un poquito más hacia el este se encuentra la Schlossplatz. En ella podéis encontrar el palacio de justicia y un maravillo mural de 102 metros conocido como el desfile de los principes (a la derecha de la foto) donde se encuentran representados todos los monarcas que gobernaron el estado de Sajonia (casa de Wettin) desde 1123 a 1906.
También podemos ver la puerta Georgentor, un edificio renacentista del que os hablamos en la segunda entrada…
Si os acompaña el tiempo allí podéis dar un paseo por Dresde en coche de caballos…
Se nos hacía tarde y atravesamos la calle del mural, Augustusstraße, para llegar a la plaza Neumarkt. Allí se encuentra el edificio más famoso de Dresde, la iglesia de Nuestra Señora, Frauenkirche.
El efecto del frío y la lluvia empezó a hacer mella en nosotros y nos fuimos a comer algo calentito, una sopa de tomate, un codillo, alguna cerveza..Un breve descanso para reponer fuerzas y encarar el segundo acto…
Como música de la entrada nada mejor que la obertura de una opera de Richard Strauss que se estreno en Dresde, “El caballero de la Rosa”